el paso de los anonimos

Aun mis días son restos de enormes muebles viejos,
anoche “Dios” lloraba entre mundos que van
así, mi niña, solos, y tú dices: “te quiero”
cuando hablas con “tu” Pablo, sin oírme jamás.
El hombre y la mujer tienen olor a tumba,
el cuerpo se me cae sobre la tierra bruta
lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.

Enemigo total, aúllo por los barrios,
un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro
que el hipo de cien perros botados a morir”.
Pablo de Rokha